IMÁGENES TITULARES
Santísimo Cristo de la Salud
Se trata de una imagen encargada, según consta en Actas de la Escuela de Cristo, el 17 de enero de 1669, realizada en madera de cedro policromada, que mide un metro setenta y cinco centímetros, representando a Cristo muerto crucificado en el Árbol Santo de la Cruz, momentos después de la expiración, tras encomendar a su Padre su Espíritu, cuyas referencias las encontramos en los Evangelios de San Mateo, capítulo 27; en el de San Marcos, capítulo 15; en el de San Lucas, capítulo 23; y en el de San Juan, capítulo 19. También se encuentra reflejada en la duodécima estación del Vía Crucis.
El principal signo de la muerte que podemos apreciar en su hechura es la relajación. Sus brazos se alinean al travesaño horizontal o patibulum, de donde pende clavado por sus manos abiertas. Está cubierto por un sudario anudado en la cintura por una soga que deja al descubierto el costado derecho. Tres clavos lo fijan a una Cruz cilíndrica y arbórea. Tiene cinco llagas: dos en las manos, dos en los pies, motivadas por los clavos y una en el costado derecho provocado por la lanzada. Su cabeza, reposada sobre el pecho, dirige la mirada hacia el lado derecho, herida por una corona de espinas, tallada en bloque, a forma de casco formada por una venda de ramas entrelazadas y el pómulo izquierdo amoratado. Las rodillas muestran heridas abiertas debidas a las caídas sufridas durante el camino de la amargura.
Es una talla esbelta, nítidamente barroca, perfectamente armonizada, aunque de fuertes miembros proporcionados. Su aspecto dramático se identifica por el movimiento de laxitud del cuerpo sin vida, que cae de manera sobrecogedora de los clavos que lo sujetan a la Cruz, como nos hace observar la tensión de sus hombros y brazos y su posición colgante y encorvada. Sin embargo, nos enseña un rostro dulcificado, con un extraordinario impacto devocional que siempre nos llama a su contemplación. Dicho por expertos, de los mejores que se han tallado en la ciudad.
Fue encargado para presidir el Oratorio de la Santa y Venerable Escuela de Cristo del Espíritu Santo de la calle Colcheros (hoy Tetuán), de allí pasó a la que estaba situada en la antigua Iglesia de San Hermenegildo, más tarde a la que hubo en el Convento de la Paz, para acabar finalmente presidiendo la sala capitular de la Escuela de Cristo de la Natividad, aneja a la Parroquia de Santa Cruz en la calle Ximénez de Enciso.
Tras perder la Hermandad sus Sagrados Titulares en los desafortunados sucesos de 1936, se solicita al Cardenal D. Pedro Segura y Sáez, Arzobispo de la Archidiócesis y en aquel entonces Director Espiritual de nuestra corporación, la imagen de un crucificado que sustituyera a la desaparecida, cediendo la eminente autoridad eclesiástica la mejor a su gusto en calidad de depósito, que sería la mencionada en la Escuela de Cristo de la Natividad.
El Crucificado es traído desde el barrio de Santa Cruz en piadoso Vía Crucis hasta la parroquia de San Bernardo en enero de 1938, celebrando los hermanos en su honor Solemne Función y Devoto Besapiés a su llegada.
Por su procedencia se explica la visión frontal de la imagen, propia de retablo, atendiendo a los cánones de simetría clásica, con escaso movimiento en las telas del sudario, el tratamiento abocetado de la espalda frente al virtuosismo del torso y del rostro, a la vez que inspiraría, el destino original de la misma, el recogimiento de esta sacra escultura al objeto de que esta fuera más adecuada para la meditación y la oración íntima.
Sobre su autoría, atendiendo a los escasos y diferentes estudios de la imagen, se podría atribuir a los siguientes imagineros:
Para ciertos entendidos esta obra podría haber salido de la gubia de José de Arce, aunque muestra rasgos más dulcificados que las que conocemos de este revolucionario representante de la Escuela Sevillana. Pero sin duda, presenta grandes similitudes con el documentado Crucificado de este representante del barroco sevillano, que se encuentra en el refectorio del Monasterio de la Cartuja de Nuestra Señora de la Defensión, de la localidad de Jerez de la Frontera, en especial en la postura de la cabeza, los dedos de las manos, la barba partida en dos, caída del cabello y sobre todo en la postura de las piernas. Al igual que también guarda bastantes analogías con el Crucificado de la Salud, obra encargada a este escultor para el retablo de la Iglesia de San Miguel, de la misma población gaditana. Aunque si la fecha de ejecución de la nuestra imagen es exacta, difícilmente se podría catalogar entre las obras del artista flamenco ya que su fallecimiento reza en los libros de partidas de defunción de los archivos de la Parroquia del Sagrario en 1666.
Otros acercan más su autoría al escultor Andrés Cansino, discípulo del anterior, maestro de Francisco Antonio Gijón y miembro de la Academia de Dibujo de La Lonja. Esta teoría se basa en las semejanzas estilísticas que presenta con el Nazareno del Viso del Alcor, que este escultor identificó como suyo en su testamento, sobre todo en el entrecejo y la nariz, que son los puntos más originales de un imaginero a la hora de realizar una talla, presentando gran consonancia en estas marcas faciales con la escultura de este artista. Además, el imaginero que tratamos ejercía su oficio en un taller a su nombre situado en la misma calle para el lugar de culto de la obra. Otro argumento de la autoría de la hechura a favor del maestro Cansinos sería el encargo recibido por su principal aprendiz, en el mismo año del fallecimiento del maestro, de la imagen de un Crucificado para la localidad sevillana de Arahal a imitación del que existía en la Capilla de la Escuela de Cristo, del Hospital del Espíritu Santo.
La muerte repentina de este escultor en 1670 provoca que el principal discípulo de su taller, Francisco Antonio Gijón, se ocupe del mismo y en consecuencia de los trabajos inacabados de su maestro, por ello hay algunos que opinan, con ciertas reservas, que la talla del Santísimo Cristo de Salud incluso pudiera tener ciertos trazos de este insigne escultor del segundo lustro del seiscientos.
Sin embargo, también hay quienes piensan que el autor de la imagen podría ser del gran representante de la escultura en el siglo de oro, Pedro Roldán, debido a la exactitud en las medidas corporales entre esta imagen y la desaparecida en los acontecimientos de 1936, ya que fue colocado sobre la Cruz del anterior sin necesidad de modificar los agujeros de esta para introducir los clavos por las llagas del nuevo crucificado. Además presenta rasgos característicos del taller de este escultor tales como la dulzura del modelado, el trazo largo de la gubia y la brevedad del sudario.
Durante el tiempo que lleva como Titular de nuestra Hermandad ha sido sometido a diversas restauraciones, las dos primeras por el onubense Sebastián Santos Rojas, una en 1938 a la llegada de la imagen y la siguiente en 1967, con motivo de la fusión entre la Hermandad de Penitencia y la Sacramental. En 1975, Jesús Santos Calero, hijo del escultor antes mencionado, interviene la imagen interiormente para solucionar posibles problemas de vibraciones durante su salida procesional al ser una imagen de altar hueca por dentro, para ello se le aplica un tirafondo en la zona lumbar y un refuerzo de madera a la altura del vientre. Por último, en 1999 se le practica una concienzuda restauración en el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) dirigida por Enrique Gutiérrez Carrasquilla, quienes limpian y fijan la policromía de la talla, devolviéndose a la encarnadura su estado original, completando ciertos elementos de la corona de espina que faltaban y dotándole de una nueva sujeción a la Cruz más adecuada que la acoplada en la restauración anterior. Además de sujetarse, por recomendación de dicha institución, a una nueva Cruz en madera de cedro tallada por Manuel Caballero Farfán, sustituyendo esta a la anterior de Pedro Roldán.La imagen del Santísimo Cristo de la Salud, posee varios juegos de potencias, destacando las cinceladas en 1974 por los Talleres de Viuda de Villarreal en oro de ley.
María Santísima del Refugio
Imagen realizada por el imaginero de la población onubense de Higuera de la Sierra, D. Sebastián Santos Rojas (1895-1977), en el año 1938, según contrato concertado por el propio escultor y el Hermano Mayor en dicha época, D. Antonio Filpo Rojas. El costo de la nueva obra ascendió a un importe de 3.500 pesetas, según factura de fecha 15 de noviembre del referido año, siendo entregada a finales del mismo y bendiciéndose e imponiéndosele su nueva corona el día 1 de enero de 1939 por Su Eminencia Rvdma., el Señor don Pedro Segura y Sáenz, Cardenal Arzobispo de Sevilla.
El día de su bendición, domingo, amaneció con todo el barrio engalanado y a las cinco de la tarde, hora fijada para el comienzo de la ceremonia, el templo aparecía totalmente ocupado de fieles. La Imagen de la Virgen del Refugio aparecía en su hermoso paso de salida con sus preciosas y ricas galas en plata y bordados, y adornada exquisitamente de flores. Estaba sencillamente bellísima y estrenaba la saya hecha con el traje de torear del famoso y malogrado diestro del barrio José Claro Pepete, ofrecido por sus familiares en honor de la Santísima Virgen de la que el torero era gran devoto.
La corona lucía una hermosa cruz de brillantes, construida con las joyas donadas por la Señora del gran escritor gallego y ferviente admirador que fue de las tradiciones sevillanas don Alejandro Pérez Lugín, Hermano Mayor honorario que fue de la Hermandad. Bendecida la misma, el Sr. Cardenal subido en el paso la recibió de las manos del General Llanderas y del Hermano Mayor y se la colocó a la Santísima Virgen.
La corona en plata dorada es obra del orfebre Manuel Seco Velasco.
De esta forma se sustituyó la anterior imagen desaparecida en los trágicos acontecimientos de 1936, y una imagen de una Dolorosa que había procesionado en Málaga y en Sevilla con la Hermandad de Santa Catalina y que fue cedida por su dueño, no gustando a la Junta de Gobierno.
La talla de Sebastián Santos atiende al modelo tradicional de Dolorosa Procesional Sevillana, que es la resultante del proceso evolutivo provocado por los diferentes cambios litúrgicos, culturales y sociales de la iconografía de la Mater Dolorosa desde la Baja Edad Media hasta nuestros días, y que sigue expresando todo un programa teológico de María como Socia Redemptoris., buscando consonancia con la Theotokos definida en el Concilio de Éfeso y refrendada en el de Calcedonia.
Se desarrolla, por tanto, como una imagen de candelero para vestir, articulada y donde sólo el rostro, el cuello y las manos están esculpidos, en madera de pino de Flandes, vestida con saya, manguitos, manto y tocado, y portando sobre sus sienes una corona. Su altura es de un metro sesenta y cuatro cm.
Representa el momento de La Piedad, aunque no como la reconocemos hoy día, sino como lo hace De La Vorágine, en su capítulo “Nuestra Señora de la Piedad”: la Virgen erguida al pie del Sagrado Madero, fiel reflejo de la cita del Evangelio de San Juan: “…estaban en pie junto a la Cruz de Jesús su Madre …” (Jn, 19, 25), versículo al cual se corresponde también la duodécima estación del Vía Crucis propuesto por S.S. Juan Pablo II, donde se contempla a Jesús en la Cruz, su Madre y el discípulo, e identificándose, por tanto, con el quinto misterio doloroso, donde se medita el sufrimiento de María al pie del Árbol Santo de la Cruz.
En su rostro, de cuidadas facciones, se acumula toda su expresividad de dolor letífico, conseguido por medio de las cejas, que en forma de ese, hace caer los extremos cercanos a la nariz, levantando los opuestos, subiendo las puntas de las mismas, levemente en el centro de la cara; bajo los párpados, que han comenzado a caer, con grandes pestañas que ensombrecen su mirada baja y alarmante, apreciamos sus ojos de cristal con una posición distinta en cada uno, con el fin de enmarcar un cierto estrabismo que convencionalmente ha venido representando el dolor anímico, siendo quizás este su rasgo más característico; las aletas de la nariz se recogen y en su boca, entre abierta, que nos permite apreciar la dentadura y la lengua, como dejando escapar un gemido, se proyecta el labio superior hacia fuera y se retrae el inferior, mientras que los extremos de las comisuras de la boca se dirigen sigilosamente hacia arriba, gesto muy expresivo y desgarrado, que consigue un extremo patetismo. Por sus mejillas resbalan siete lágrimas de cristal, como los siete dolores que Ella padeció, tres por la izquierda y cuatro por la derecha. Sin embargo, por medio de su entrecejo, tímidamente fruncido, llegamos a adivinar un endulzamiento de su rictus de amargura, su nariz recta, canon del neobarroco sevillano, y su ovalo facial acentuado a partir del maxilar inferior ayudan a suavizar sus rasgos dolorosos. Sus manos extendidas, de gran belleza plástica, colocadas entre la cintura y el pecho, presentan unos dedos tensos que nos hace adivinar un elocuente movimiento, que no es otro que agarrar el alma de su Hijo que al final se escapa. Porta en la derecha un pañuelo o manípulo para recoger su llanto y en la izquierda un Santo Rosario. Su encarnadura cálida, nos deja ver una tez ligeramente conjugada de matices sonrosados y tenues tonos tostados, matizados por veladuras y sombras naturales, lográndose así una apetecida sensación de vida y potenciando los sugerentes aciertos de la talla. De esta forma se consigue representar a la Madre de Cristo como Madre de la Iglesia, consiguiendo a la par una imagen de María dolida, llena de tristeza, clavándonos en el interior sus angustias, y a la vez, entregándose como nuestra Madre Corredentora, refugio de todo aquel que busca su amparo.
Esta talla ha sido sometida a diversas restauraciones por el propio autor de la imagen, la primera en 1967 en la cual se le sustituyó el candelero por otro de pino de Flandes con ocho listones y base ovalada, la segunda en 1972 donde se le restauró la encarnadura y los párpados de los ojos. Por último, D. Enrique Gutiérrez Carrasquilla en 1999 realiza una limpieza y fijación de la policromía y un nuevo candelero de las mismas características que el anterior en madera de cedro.
Nuestra Señora del Patrocinio
Imagen de candelero para vestir de tamaño académico, lleva el Niño Jesús en la mano izquierda y cetro en la derecha. De autor anónimo, fue donada después de la guerra civil por Dña. Carmen de la Milla el 12 de noviembre de 1.940, siendo restaurada por Antonio Dubé de Luque en 1.972.
San Bernardo
Imagen propiedad de la Parroquia situada en el segundo cuerpo del Altar Mayor de ésta, y realizada por Antonio Dubé de Luque en 1975 a partir del anterior. La imagen fue costeada por la Hermandad dentro de las obras de adecuación del Altar Mayor de la Parroquia que permitió colocar en su camarín central a la imagen de la Santísima Virgen del Refugio que pasó a presidir el Altar Mayor, trasladándose la imagen de San Bernardo al cuerpo superior del mencionado Altar Mayor.
La imagen es de talla completa y muestra al Señor San Bernardo en peregrinación apoyado en el báculo, uno de sus principales atributos y dando lectura al Libro de las Sagradas Escrituras. A sus pies se encuentra la mitra, otros de los atributos del Abad de Claraval.
Santa Barbara
Talla antigua del siglo XVII procedente de la Parroquia de Santa Ana, cedida a esta Parroquia a instancia de los Sres. Coroneles de la Fábrica de Artillería, Pirotecnia Militar y Regimiento de Artillería nº 3, por Decreto del Ilmo. Sr. Vicario Capitular, el 18 de septiembre de 1.937.
Otras imágenes
Muchas son las imágenes que además posee la Hermandad siendo de destacar, por el culto que se le da el día 8 de diciembre de cada año, una imagen de la Inmaculada Concepción de pasta de madera que preside la capilla del Sagrario.
También posee una imagen del Niño Jesús bendecida el 8 de diciembre de 1989, tallada en cedro por el imaginero sevillano Manuel Ramos Corona y un San Juan Evangelista de candelero, tallado en pino de Flandes por José Rivera García en 1938, restaurado por Antonio Dubé de Luque en 1972.